A pesar del día desapacible nos calzamos la botas de monte en busca de nuevos caminos y senderos. Salimos de Logroño y, después de atravesar Villamediana en dirección a Murillo de Río Leza, nos adentramos en el Valle del Jubera. Este Valle esta surcado por el río del mismo nombre y que es afluente del río Leza. Poco a poco vamos dejando atrás la llanura para adentrarnos en un paisaje despoblado, agreste y a la vez cautivador. Como mucho, podemos encontrarnos alguna viña no muy extensa pasando Ventas Blancas. Después, sólo ganadería de montaña, vacas y yeguas en las zonas más altas del valle. A medida que nos vamos adentrando en dirección a Jubera aumenta el desnivel y los barrancos. Eso sí, gracias al invierno de lluvia y nieve de este año, el caudal y la fuerza del río acompañan la dureza de sus desfiladeros. ¡Este verano podremos disfrutar y refrescarnos en sus pozas!
Nuestro objetivo es visitar la localidad riojana despoblada Oliván. Para eso cruzamos Robres del Castillo, siempre con el río Jubera a nuestra derecha y, dejando a la izquierda la LR-261, nos adentramos por un camino ancho sin asfaltar en el valle, hasta encontrarnos con un puente de madera que atraviesa el río. Se puede aparcar en cualquier lugar del camino, hay sitio de sobra en la cuneta y dos ensanches preparados para ello.
Una vez con las mochilas y la provisión adecuada puedes cruzar el puente y seguir el único sendero que te llevará a esta población abandonada. Es el único acceso posible. El paseo es fácil, en pendiente y, de una duración de unos 35 o 40 minutos, con niños de seis y siete años. A veces el sendero se pierde por el poco tránsito del lugar, pero simplemente hay que seguir el río para volver a encontrarlo. Cuando llegamos al pueblo, dos corzos subían corriendo por una de las laderas mientras algunas vacas pastaban en los prados.
El pueblo está muy bien cuidado, reconstruido voluntariamente y con mucho cariño para que se mantenga y podamos disfrutarlo todos los que lo visitemos. Hay muchas viviendas en las que podemos ver perfectamente la distribución de sus habitaciones, cuadras, leñeras y hornos de pan que contenían. Todos disfrutamos buscando leña y haciendo un fuego
en una pila de piedra preparada para ello en el centro del pueblo. Allí comimos muy a gusto pues el día nos pedía un poco de calor para calentarnos, reponer fuerzas y seguir imaginándonos como sería la vida de sus no muy antiguos pobladores.
Las niñas dejaron sus impresiones y su firma en el libro de visitas que se encuentra en una de las casas recuperadas. Desde aquí, de nuevo os damos las gracias por vuestra tarea y trabajo, el paseo fue una gozada a pesar del frío.
Os invitamos a descubrirlo, cualquier fin de semana es bueno para este paseo en grupo, en familia o en pareja. Será raro que os crucéis a alguien en el camino. Por supuesto la mejor forma de combinarlo y disfrutarlo es con una de nuestras experiencias.